Publicado en Las Provincias el 17 de Junio de 2022
José Domingo Monforte. Socio-director DOMINGO MONFORTE Abogados Asociados
Este año cumplo 40 años ejerciendo día a día la abogacía y, mi mente, sin pedirme permiso, se ha puesto en modo “recuerdo”. No sé si es por añoranza o simplemente por la necesidad que tenemos cuando frisamos cierta edad, de mirar atrás, de hacer balance de vida, pero el caso es que viajo a menudo a aquel 1982. El contraste con este 2022 es tan enorme, ha cambiado tanto la sociedad y con ella las leyes que marcan mi día a día profesional, que considero que mi generación merece un premio a la resiliencia. Sin duda hemos dado vivo y cumplido ejemplo de la locución latina acuñada por Horacio y que popularizó Kant “Sapere aude” atrévete a saber.
1982 fue un año rico en acontecimientos que ahora celebramos como históricos. El mundo andaba preocupado con la guerra de las Malvinas, en España asistíamos a la primera victoria electoral del Partido Socialista con un Felipe González que, después de acuñar el eslogan de OTAN NO, BASES FUERA, fue el presidente que metió a España en la Alianza Atlántica. Aquí se aprobaba el Estatut de Autonomía. Temas todos que preocupaban relativamente poco al español medio, más pendiente del Mundial de Futbol (eso sí que puso a España en el foco internacional) y de un extraterrestre llamado E.T. perdido en la Tierra que arrasaba en todos los cines.
Curiosamente en este 2022, Ucrania ha sustituido a las Malvinas y la guerra más que fría está congelada por culpa de un pseudo líder que gobierna Rusia, pero se cree el amo del mundo. La OTAN sigue dando quebraderos de cabeza a los socialistas que también gobiernan ahora, pero sin mayoría absoluta, que eso sí que ha pasado a la historia, y que se han buscado unos aliados que más bien parecen enemigos. No sabemos si Sánchez puede dormir por las noches. Después de 40 años, en la terreta, seguimos enfrascados en si somos país o comunidad. Parece que la historia se repite, pero aderezada por una pandemia que ni Spielberg pudo imaginar y en una sociedad que poco tiene que ver con la de los 80…donde los que gritan con añoranza “Mi casa”…son nuestros jóvenes obligados a emigrar para construir un futuro y donde internet deja como pieza de anticuario aquel “teléfono”. Y no me toquen el futbol, porque me cuesta reconocer a mi equipo, el Valencia CF, vendido al mejor postor y solo sostenido por la mejor afición del mundo.
La revolución tecnológica ha cambiado el mundo que ahora tiene dos apellidos: digital y globalizado. Si tienes dinero, mucho dinero, te puedes comprar una red social y hasta un billete al espacio, pero, permítanme que vuelva a lo mío, la Justicia es lenta, como aquellas primeras computadoras. La máquina de escribir, hasta hace escasamente diez años, era el último invento que había incorporado la administración de Justicia. El paso procesal sigue siendo el de la tortuga y, sigue vigente y de notable actualidad la frase atribuida a nuestro célebre, filosofo, pensador talentoso, Lucio Anneo Séneca “El Batallador” (Córdoba Nacimiento 4 a.C y Muerte 65 d.C.) “Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía”.
Comenzamos a ejercer con la Ley 30/1981, de 7 julio, que modificaba el Código Civil de 1889. La que fue la nueva Ley del Divorcio, determinaba el procedimiento a seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio. Habían pasado 49 años desde que las Cortes republicanas elaborarán en 1932 la primera ley del divorcio en nuestro país. Hasta entonces la única posible disolución del matrimonio era la muerte o la nulidad matrimonial —que correspondía al derecho canónico y por tanto a los tribunales eclesiásticos— Luego la Ley 15/2005 conocida coloquialmente como la nueva ley del divorcio exprés, permitió acceder directamente a este trámite sin tener que pasar de manera obligatoria por la separación judicial. Finalmente, la nueva Ley 15/2015, de 2 de julio, de Jurisdicción Voluntaria estableció la tramitación de determinados procesos de separación y divorcio ante notario. El ejercicio de la abogacía se asemejaba mucho a la serie española de los 80 “Turno de oficio”, que con cierto realismo en la ambientación, trasladaba al espectador al mundo de la justicia y la delincuencia. La crudeza del pesimismo vital en el que se mezclaba la violencia, la droga y el alcohol, generalmente presentes en la comisión de delitos no económicos, con la parte humana que también impregna el derecho penal. Avanzado, en 1995, estrenamos nuevo Código Penal. Su exposición de motivos, en síntesis, decía que ha de tutelar los valores y principios básicos de la convivencia social y que, cuando dichos valores cambian, la reforma resulta indiscutible. De hecho, en 2015 se realizó una profunda reforma.
La adopción de directivas europeas provoco una reforma integral sobre el seguro de responsabilidad y, en 2004, estrenamos la que se sigue llamando la nueva Ley sobre responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos a motor. Parece que el tiempo cuando se habla de leyes va por otra dimensión. Para que se hagan una idea la “nueva ley de arrendamientos” es de 1994, 28 años tiene la pipiola, pero los abogados, que hasta entonces nos manejábamos con la de 1964, la seguimos llamando “la nueva”.
Sin embargo, pese a que a la Justicia es un derecho público esencial, un caso judicial que tiene sin vivir a un cliente, pongo por ejemplo una negligencia profesional, con fortuna, tarda en resolverse entre 3 y 5 años. Dilaciones procesales que son inaceptables.
Aprendamos de la historia para corregir errores y miremos al futuro con la ilusión de los 80, cuando todo parecía que ocurría por primera vez, pero con la experiencia del 2022, cuando la realidad vivida cada día supera a la mejor ficción. Todavía nos queda mucho por hacer y la experiencia nos puede permitir hacerlo con mayor, razonabilidad, temple y serenidad. Tempus Fugit.
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