Tabaco y tecnología, mismas estrategias adictivas

Publicado en Las Provincias el 29 de enero de 2022.

José Domingo Monforte. Socio-director de DOMINGO MONFORTE Abogados. 

Incontrovertido hoy, discutible en otro tiempo, el tabaco mata y genera graves daños a la salud, provocando cada año la muerte prematura de entre cinco y seis millones de personas en todo el planeta, según la Organización Mundial de la Salud.

No obstante, las tabacaleras mintieron groseramente y ocultaron conscientemente el grave daño que el tabaco causaba a la salud. Desde la década los cincuenta hasta los noventa, la industria del tabaco utilizó la desinformación para poner en duda las pruebas científicas que vinculaban a los cigarrillos con el cáncer de pulmón y otras enfermedades. En 1979, un memorando secreto de la industria tabacalera se hizo público bajo el nombre de «El Tabaquismo y la Propuesta de Salud». Escrito una década antes por la empresa tabacalera Brown & Williamson, reveló muchas de las tácticas empleadas por las grandes compañías para contrarrestar los esfuerzos antitabaco.

Una de las secciones más importantes del documento analiza cómo vender los cigarrillos al gran público: «La duda es nuestro producto. (La duda) es la mejor manera de competir con el volumen de información que existe en la mente del público en general. También es el medio para crear controversia». Durante años no se informó explícitamente a los consumidores de que los cigarrillos generan adicción e importantes enfermedades. Así, uno de los objetivos admitidos en documentos desclasificados fue la necesidad de mantener la rentabilidad permanente haciendo que el consumo creciera entre la población más joven para reponer su base de clientes, y de este modo se permitieron anuncios de carteles de una dulce madre ofreciendo un cigarrillo a su hijo.

Las malas prácticas de la industria tabacalera no son muy diferentes de las grandes tecnológicas para ocultar al público sus efectos adversos. Así lo reconoció el senador demócrata Richard Blumenthal,  que presidió el Comité de Protección del Consumidor del Senado de Estados Unidos, tras escuchar a la ingeniera Frances Haugen, en su comparecencia como testigo. Haugen trabajó como responsable de producto del equipo de desinformación cívica de la compañía Facebook y su plataforma Instagram, sobre documentos internos que filtró, en los que se constaba la suma de abusos de la compañía,  que describió en “bancarrota moral” al buscar crecer a cualquier precio. Pidió que se supervisara de manera mucho más activa la red social que provoca “daño en los niños y aviva la división” y, lo que es más grave, determinados documentos evidenciaban que Facebook es consciente del daño que pueden ocasionar sus plataformas a la sociedad, pudiendo dirigir las mentes influyendo en las decisiones con sus algoritmos de amplificación.  Blumenthal dijo que  las maniobras del gigante tecnológico le parecían “sacadas de unas páginas del manual de la industria del tabaco” por ocultar al público sus propias investigaciones sobre las prácticas dañinas.

Estamos ante un nuevo tiempo en el que prima la distracción digital y el estar permanentemente conectados e informados, sin reparar en la dependencia adictiva del dispositivo. Están consiguiendo el enganche a la secuencia rítmica diseñada por las plataformas digitales bajo el argumento asumido de la inevitabilidad tecnológica. Se está logrando atraparnos en el bucle y la persuasión avanzada digital y con ello en el dominio y control de las grandes empresas tecnológicas de la general voluntad  humana vulnerable,  incidiendo en hábitos y despertando el mecanismo cerebral de recompensa, que es donde centran su esfuerzo las infraestructuras de persuasión mercantilizada.

Y así vemos y vivimos bajo la postura de dominación de nuestro smartphone,  continuamente pendientes de nuestras notificaciones, correos o revisiones de redes sociales, lo que ya se ha reconocido  produce un incremento de la irritabilidad de nuestro sistema nervioso elevando de manera crónica los niveles de cortisol, principal hormona causante del estrés, generándonos ansiedad, déficit de atención que pueden potencialmente acortar nuestra vida.

Google ha reconocido en un informe interno que:  “los dispositivos móviles cargados con redes sociales, correo electrónico y aplicaciones informativas” crean “una sensación constante de obligación, lo que genera estrés personal no intencional”. Ya existe un término anglosajón, nomofobia, relativo al motivo psicológico por el que no se es capaz de dejar de mirar el móvil, de forma incesante y compulsiva, generando una dependencia psicológica.  Los síntomas para el diagnóstico de este tipo de uso abusivo lo son la incapacidad de control e impotencia, dependencia psicológica y efectos negativos graves en diferentes ámbitos de la persona. No resulta fácil crear límites saludables con dispositivos que están deliberadamente diseñados para desalentarlos.  Aza Raskin, exempleado de Mozilla, reconocía que “aunque no lo digamos en voz alta, deseamos en secreto que todos y cada uno de los usuarios se enganchen diabólicamente a nuestro producto”.

Están en el camino de conseguirlo y, lo más grave, es que ya han atrapado “diabólicamente” a niños y adolescentes, generaciones que han crecido en una sociedad tecnológica, nativos digitales, fruto del esfuerzo de los intereses y del rentable beneficio adictivo de las compañías tecnológicas.

 

 

 

Consulta Online