El reloj de la vida

Publicado en El Mundo el 8 de febrero de 2020.

José Domingo Monforte. Socio-director DOMINGO MONFORTE Abogados Asociados.

A partir de cierta edad preocupa la edad, sí, pero yo diría que no es la edad, sino el envejecimiento, la pérdida de facultades progresiva y la vulnerabilidad que éste provoca para el desarrollo de enfermedades en tránsito a la muerte.

Sin embargo, vamos observando con absoluta naturalidad la fractura entre la edad legal o cronológica y la edad biológica. Detengámonos primero en la edad cronológica, la que se celebra en los cumpleaños, cuyo cómputo no depende de nuestra voluntad por más que nos empeñemos en ocultarla. No puedo evitar recurrir al concepto legal de la edad y citar al maestro Castán Tobeñas, que es quien con más exactitud -a mi juicio- la ha definido: “Llámese edad al tiempo de existencia de una persona a partir del momento de su nacimiento. Como los períodos de la vida del hombre marcan los jalones de su desenvolvimiento físico y mental, la edad ha de influir sobre la capacidad jurídica en dos modalidades: sobre la de goce, privando en ciertas edades de aquellos derechos que no están en armonía con las necesidades y aptitudes propias de ellas; y sobre la de ejercicio, prohibiendo o condicionando la realización de ciertos actos, en aquellos períodos de la vida en que el hombre carece de las necesarias condiciones para ultimarlos consciente y libremente. Las legislaciones modernas suelen establecer un límite general de mayoría de edad, con la que se otorga la capacidad jurídica de obrar y edades especiales más o menos variadas, para la adquisición de determinados derechos y facultades”.

Al contrario, no hay límite máximo o techo de edad en la capacidad de obrar, se mantiene hasta la muerte. Alcanzada la vejez, la edad anciana no es un condicionante, sí lo serán la senilidad o el deterioro cognitivo que la vejez pueda provocar, pero no la edad.

Aquí es donde cobra notoriedad y relevancia la edad biológica, que mide el deterioro de cuerpo y mente; en definitiva, da la medida del deterioro de nuestras células. El tiempo ciertamente pasa para todas las personas, no obstante, no todas llegan a envejecer, ni todas envejecen igual. El  envejecimiento es lo que provoca la pérdida progresiva de las funciones y es la antesala de la muerte. Por ello, se asocia generalmente el envejecimiento con carga social, familiar, con personas frágiles y dependientes… y de ahí la actitud negativa que se ha venido a llamar y a conocer como edadismo, que no es más que la discriminación por motivos de edad.

El envejecimiento, además de ser un gran problema social, es el principal factor de riesgo para todas las enfermedades que sufrimos. Sin embargo, tenemos sólidos motivos para ser optimistas: se está logrando encontrar soluciones para mejorar  la forma de envejecer y con ella reducir el riesgo de padecer muchas enfermedades. La ciencia reta el envejecimiento, el objetivo no es solo lograr que vivamos más años, sino que vivamos más años sanos y saludables, sin que tengamos que sufrir los síntomas y enfermedades que conlleva el envejecimiento.

La investigación científica que se hace en España, en cuanto al desafío de detener el envejecimiento, es de primer nivel y nuestros científicos y centros de investigación compiten con los mejores del mundo. Y ahí encontramos a la acendrada Dra. María Blasco, con múltiples distinciones, Directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, Jefa del grupo de Telómeros y Telomerasa, centros de excelencia que son una referencia mundial.

La investigación del grupo que dirige la científica Blasco se ha centrado en la comprensión de las causas moleculares de las enfermedades y hoy ya se sabe  que el envejecimiento de nuestras células es fuente de enfermedad. Cuando nuestras células son jóvenes hay ausencia de enfermedad, mientras que a medida que se dividen se producen una serie de procesos moleculares que causan el envejecimiento. La velocidad a la que cada individuo envejece es la combinación de determinantes genéticos y hábitos de vida. El envejecimiento molecular y celular provoca todo tipo de enfermedades, de forma que si se quiere disminuir o retrasar su aparición se debe atacar este proceso.

Pude escucharla con toda la humildad cargada de saber, ciencia e inteligencia decir: “que en los últimos 20 años los científicos han descubierto muchos de los procesos moleculares que conducen al envejecimiento. Me siento orgullosa al decir que un grupo de 3 científicos españoles (dos de los cuales trabajamos en el CNIO) han descrito recientemente las «Claves del envejecimiento» en una revisión publicada recientemente en la prestigiosa revista científica Cell. Una de las vías moleculares mejor estudiadas del envejecimiento está relacionada con el acortamiento de los telómeros, que son las estructuras de protección situadas al final de nuestros cromosomas que se pierden a lo largo de la vida. La velocidad a la que nuestros telómeros se erosionan depende de factores genéticos y ambientales. Mi grupo de investigación ha sido pionero en demostrar que un retraso en este proceso molecular puede retrasar también el envejecimiento y la aparición de enfermedad.”

No hay límite biológico para la vida, se trata, en definitiva, de hacer cuadrada la curva de la supervivencia, vivir más y mejor, libres de enfermedades.  Se está muy cerca de comenzar a dar soluciones a problemas que nos afectan y hacerlo de forma democrática para quien lo necesite y no solo para unos pocos privilegiados que lo puedan pagar. Para ello es necesario seguir apoyando la investigación y la retención de talento.

Tenemos muchos motivos para estar orgullosos en ciencia e innovación. Pese a las dificultades que sigue sufriendo España, filiamos y retenemos algunos de los mejores investigadores del mundo, como también contamos con muchos de los mejores deportistas del mundo. Pero los investigadores y científicos pasan más desapercibidos, pese a que nuestro futuro y el de nuestros hijos depende de ellos. España es elegida por los mejores científicos del mundo para venir a formarse y a trabajar y no podemos permitirnos poner en riesgo la huida de dicho potencial. Si todos fuéramos más conscientes de ello, las cosas podrían cambiar: nos preocupa la salud pero, sin embargo, no se logra la notoriedad y relevancia que precisa la fuerza y la grandeza de la ciencia española, que sigue reivindicando y  reclamando que se remuevan obstáculos burocráticos y condicionantes legales para lograr el avance y mejora de la investigación.

La fugacidad del tiempo de la vida y el envejecimiento ha sido una preocupación constante para la humanidad. Encontramos vestigios históricos en calaveras, en relojes de sol y de arena de la inscripción de la locución latina que alude al verso del poeta Virgilio (70-19 a.C.) “tempus fugit”, el tiempo huye, vuela, y no podemos detenerlo. Pese a ello, nuestra ciencia es nuestra esperanza, y en ella se centra no un sueño, sino una realidad de dar más cuerda al reloj de la vida, con un ritmo y tiempo sano, constante y saludable.

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