El abogado y la mediación

Artículo de Opinión. Pilar de la Fuente. Gloria Oliver. Ana Úbeda.

La mediación es una forma  de resolver conflictos desde el acuerdo y a través del diálogo. ¿por qué entonces no está resultando eficaz su aplicación al derecho de familia? ¿qué está fallando? Son preguntas a las que hoy, 21 de enero Día Europeo de la Mediación,  trataremos de dar respuesta, desde las experiencias acumuladas en nuestro despacho, compartidas con parejas rotas y vividas en los juzgados de familia.

Vaya por delante que siempre en  José Domingo Monforte Abogados se ha trabajado la mediación. Se trata de escuchar a nuestros clientes,  buscar valores, puntos de encuentro intermedios cuando existe  y late un conflicto. Consideramos que el acuerdo  es la manera más eficaz de resolver los conflictos de familia, sobre todo cuando hay niños. Es una alternativa a los procesos contenciosos mucho menos costosa no sólo desde el punto de vista económico sino sobre todo emocional.  De hecho, en nuestro despacho cada año se cierran un altísimo porcentaje de convenios de mutuo acuerdo. Y es el abogado el que ejerce también como mediador.  Pero en ocasiones, las posturas están muy enrocadas y los abogados no podemos perder de vista quien es nuestro cliente. Buscamos su beneficio y, a veces, ese interés, totalmente legítimo, puede romper las  buenas relaciones entre la pareja presentes y futuras.

En este sentido, la figura de un mediador imparcial puede ser de gran ayuda. Escuchará los argumentos de las dos partes e intentará llegar a un acuerdo bueno para los dos y, por encima de todo, bueno para los niños. Pero, lamentablemente, en la práctica no es así.

Actualmente algunos juzgados especializados en familia exigen para celebrar el juicio que, previamente, se haya intentado la mediación. De esta manera el mediador pasa de ser una figura deseada, concebida para ayudar a una figura impuesta, un trámite de obligado cumplimiento. Cuando las parejas están muy enfrentadas suelen acudir a esta mediación con un talante muy negativo, totalmente cerrados al acuerdo. Tras la primera sesión que es informativa y gratuita la gran mayoría abandonan. Como resultado se dilata el proceso  ya que hay que volver a señalar una nueva fecha de juicio.

Otro problema es que un mediador imparcial no puede asesorar jurídicamente. Y está es una de sus grandes debilidades. En ocasiones, las partes aceptan acuerdos que,  cuando se trasladan al convenio regulador, pueden tener consecuencias jurídicas negativas, de tipo económico o patrimonial por ejemplo, totalmente inesperadas para nuestro cliente.

Por otro lado, el Mediador tampoco es psicólogo y no puede ofrecer la ayuda especializada que estos profesionales aportan en casos de conflictos.

A todo ello hay que sumar el coste económico. Las rupturas, en la mayoría de los casos, no sólo afectan a los sentimientos sino también a la economía. La separación implica dos casas, gastos dobles y, a veces, un único sueldo. El coste del mediador se suma al del abogado y el procurador y encarece mucho el pleito.

Todo ello son debilidades que, en el día a día, detectamos en el sistema y que sería muy deseable corregir porque creemos firmemente en la mediación. De hecho, los abogados ejercemos como mediadores. Escuchar a las parejas en conflicto, estrechar la distancia entre sus posiciones, ha de valorarse de manera muy positiva no sólo en la resolución del problema presente sino también en el futuro. Los acuerdos deben tener en cuenta situaciones venideras tanto patrimoniales como emocionales: regímenes progresivos de visitas, pactos patrimoniales para la liquidación de los bienes en masa común….de esta manera conseguiremos desactivar conflictos futuros entre la pareja que ha puesto un punto final a su matrimonio, pero un punto y seguido en una relación cordial por su bien y, sobretodo, por el bien de sus hijos. Como dijo Vivian Greene . : “la vida no es dejar que pase la tormenta. Es aprender a bailar en la lluvia”.

 

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