Publicado el 20 de marzo en la revista Economist & Jurist.
José Domingo Monforte. Socio-director de DOMINGO MONFORTE Abogados Asociados.
El estado excepcional de alarma declarado por el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, plantea el necesario reajuste de la actividad en el ejercicio de la Abogacía. Una parte muy importante de nuestro ejercicio profesional lo realizamos en el foro, pisando sala y celebrando juicios, comparecencias, declaraciones… Otra la desarrollamos en nuestra praxis forense: estudio, construcción jurídica, cumplimiento de plazos, recursos, incidencias… También tenemos la carga de la actividad extraprocesal: contratación, revisión documental… Y, por último, la tractal de relación con nuestros clientes y la atención a sus problemas.
Una gran parte ya venimos resolviendo a través de la comunicación telemática y telefónica junto a la más tradicional de atención a las visitas, en un estilo de proximidad presencial, viéndonos las caras, dando nuestras opiniones y formando criterio con la información que recibimos. También buscando la convención con el otro lado del problema, o con la otra u otras partes del conflicto, con nuestros compañeros en el tanteo negocial y, en muchas ocasiones, con el éxito de la mediación y el cierre convenial.
Parece que lo del pisar el foro por un tiempo va a ser algo extraordinario y excepcional y, en este sentido, ahí están las medidas adoptadas que dejan en mínimos la actividad judicial y ésta, obviamente, arrastra una parte muy importante de la actividad procesal documental.
Si pensamos en la temporalización de las medidas, comprenderemos que es el momento de adoptar las recomendaciones de autorresponsabilidad para con nosotros y para con los demás. Así, cobra relevancia en este momento la frase de Alejandro Magno: “De la conducta de cada uno depende el destino de los demás”; y es que es, precisamente, la disciplina social, unida a nuestra autoprotección y la del resto, la que debe convivir en nuestro ejercicio profesional. Ante ello, rápidamente todos pensamos en cómo podemos seguir manteniendo la prestación de nuestros servicios a los clientes -que con tanta dedicación hemos fidelizado- y seguir proporcionándoles una atención, dedicación y asesoramiento que mantenga viva la relación profesional y económica.
Estamos ante una crisis que el optimismo hace que veamos como limitada en el tiempo y de efectos económicos duros pero igualmente limitados si se mantiene en un espacio temporal relativamente breve (no más de tres meses). No obstante, tres meses de bloqueo mundial- los virus no viajan con pasaporte, ni tiene fronteras una pandemia- puede generar una tendencia hacia al aislamiento y la desglobalización.
El obligado y prudente aislamiento debe posibilitar el mantenimiento de la actividad profesional por un espacio temporal limitado porque, si se prolonga, nos podremos aislar pero no trabajar, porque no habrá trabajo que realizar.
Si nos colocamos en el lado razonablemente optimista -que es lo que procede- deberemos plantearnos asumir nuestra actividad de una forma virtual pero directa en nuestra relaciones y en nuestro trabajo. Para ello, lo primero que debemos preservar es nuestro ánimo, vocación y convencimiento de que nuestra actividad es necesaria, importante y solutiva para nuestros clientes. Manteniendo una mente abierta y esperanzada para que esto no represente algo irreversible, con el pensamiento fijado en que habrá “un día después”, en el que seguiremos ahí –quizá, incluso, con mejores hábitos relacionales-.
Convencidos de ello deberemos disponer de los medios materiales -que ya están al alcance de todos los que ejercemos y que venimos utilizando de forma habitual- como son la firma electrónica y la presentación procesal telemática. Ya sabemos convivir con ellos, por lo que solo será un replanteamiento de espacio y tiempo y un esfuerzo por mejorar el trabajo telemático en equipo.
El trabajo en casa requerirá buscar un espacio adecuado de concentración y desarrollo de nuestra actividad, un hábitat profesional que procuraremos que nos resulte cómodo y acogedor. Deberá contar con la necesaria e imprescindible conexión a Internet, lo que nos posibilitará la conectividad en control remoto con los archivos y programas de nuestro despacho. La mayoría de despachos tenemos adaptado este medio que posibilita la conexión desde cualquier lugar; por lo general, ya se cuenta con el expediente electrónico que permite revisar y gestionar nuestros expedientes convenientemente almacenados con toda la información procesal o documental que para el trabajo se precisa. Disponemos, pues, desde casa de toda la documentación que nos puede hacer falta y ello evita el traslado de documentos al estar todo digitalizado, limitando el riesgo de pérdida o extravío de documentación física confidencial. El estudio se completa con las bases de datos que ofrecen toda la legislación y jurisprudencia con sistemas de búsqueda eficaces y resolutivos.
Con el correo electrónico resolvemos a diario múltiples gestiones y damos respuestas ágiles. Además, se van a ir generalizando en este tiempo reuniones y videoconferencias con clientes y compañeros, vía Whatsapp, Facetime, Skype, Zoom.
Podemos comprobar de cuanto aquí se ha dicho que la actividad es ejecutable sin necesidad de permanecer en el despacho. Sin embargo, para ello se precisa que siga habiendo y se mantenga la demanda de nuestros servicios, que no se devalúen ni abaraten los mismos por la forma de prestarlos y que haya una correcta gestión tanto del tiempo en la prestación del servicio como de la rentabilidad que debe representar.
La coordinación adecuada de los equipos, las reuniones programadas gestionadas y resueltas con puntualidad y plena atención y la respuesta ágil y dinámica deben de valorizar el trabajo. Nuestro tiempo también se optimizará al evitar traslados y desplazamientos, debiendo mantener una disciplina en un programa de atención lo más similar posible al que veníamos manteniendo y al que teníamos acostumbrados a nuestros clientes. Trabajar en casa no debe representar “efecto funeraria” de plena y permanente disponibilidad, sino mantener unas reglas y tiempos de atención, priorizando las reales urgencias en las respuestas y una dinámica de comunicación igual de viva o lo más similar posible a la que veníamos manteniendo con nuestros clientes.
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