José Domingo Monforte Abogado.
Publicado en el periódico Las Provincias, el 6-2-2017
El tratamiento de los casos de corrupción y otros escándalos sociales nos ofrece, a diario, titulares que abren telediarios y portadas con referencias a saqueos de cajas de ahorros, a la organización fraudulenta de macroeventos deportivos, artísticos o religiosos, a contrataciones y adjudicaciones públicas a comisión a empresas privadas… Hechos objeto de investigación judicial, a los que se asocian calificaciones previas penales de prevaricación, malversación, fraude, falsedad, banda organizada.
En ocasiones el lenguaje judicial formal y normativo se reestructura hacía formas llanas y directas y, en el afán de que sea claro y entendible, no solo para las partes sino para terceros, se rebaja cayendo, muchas veces, en la vulgarización ofensiva. Esto, sin duda, favorece el interés periodístico que lo transfiere de inmediato al núcleo de la noticia y titular de la misma, pero provoca una nueva brecha en nuestro sistema judicial, al plantear serias dudas sobre si los jueces resuelven únicamente sometiéndose a la Ley o si se muestran influenciados por la opinión pública, atenta, vigilante y expectante del proceso judicial de interés noticiable que convierte el caso sometido a enjuiciamiento en proceso mediático.
El populismo en términos actuales podría definirse básicamente como un adjetivo calificativo que se aplica a la corriente de opinión que encuentra soluciones fáciles a problemas difíciles, dando predominio al planteamiento emocional oportunista sobre el racional y así conseguir poder o simplemente atención o reconocimiento popular. La compulsión psicológica judicial de actuar de forma complaciente con dicha corriente social, podría recibir el calificativo que da título a estas reflexiones.
El populismo judicial, no se percibe sin embargo como negativo por los ciudadanos, contrariamente afianza global e inicialmente la imagen de la actitud valiente y progresista de los Jueces. Sin embargo, a mi juicio, corre el riesgo de una progresiva desvalorización con pérdida de garantías. Puede acabar incurriendo en el efecto indeseable del tratamiento justiciero, complaciente con dichos movimientos y exigencias sociales, en lugar de un juicio justo.
Marín Castán, Presidente de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, defendía que en España “no hay populismo judicial” aunque “si puede haber sentencias populistas”
El derecho penal no está concebido como un sistema de salvación moral o un camino de perfección, es contrariamente un sistema reglado y garantista sobre la base constitucional de la presunción de inocencia que debe conservarse intacta en beneficio del acusado, hasta la sentencia firme. La potestad punitiva de imponer penas y medidas de seguridad no puede configurarse como un derecho subjetivo. El alcance de las penas y medidas preventivas y cautelares debe hacerse desde el equilibrio y la proporcionalidad, con sujeción plena e incondicionada al principio de legalidad. No deben caer en el etiquetamiento criminal, que se creía superado, del derecho penal de autor, ese que impone la pena básicamente en función de la personalidad del acusado, buscando el efecto ejemplarizante del castigo. La dignificación de la sociedad y en especial de la política no puede quedar en manos del poder judicial. Este ideal higienista puede conducirnos a modelos no deseados en que se resienta el principio de legalidad, la certidumbre y la predictibilidad que se amparan en la seguridad jurídica. Un sistema poco predecible es peor que un sistema injusto.
El mérito de la independencia judicial reside en el ejercicio de la función jurisdiccional. Los jueces y magistrados están sujetos únicamente a la Ley, y por tanto ajenos y salvaguardados de cualquier influencia externa, social o mediática, de juicios paralelos. Esta es la garantía de los que se ven atrapados en estos procesos y los viven entre la esperanza y el miedo. Una dualidad de sentimientos que tiene una larga tradición histórica. Ya Aristóteles las unió cunado dijo: «para que se tema, es preciso que se tenga esperanza de una salvación por la que luchar».
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