Padre, por Salvador Sostres

El Gobierno ha anunciado cambios en el Código Civil para dar prioridad a la custodia compartida. Se trata de un importantísimo avance para que el padre deje de ser considerado el cuarto de invitados de la familia.

Esta reforma, si se hace bien, acabará con el abuso de tantísimas mujeres que han mercadeado con sus hijos para obtener más dinero de sus maridos al divorciarse, en una demostración de mezquindad, a la que, en lógica correspondencia, tendríamos que llamar “mezquindad de género” o “mezquindad feminista”.

Nuestra ley trata hoy al hombre como a un presunto criminal y a la mujer como a presunta víctima; se considera que ser madre es más importante que ser padre, hasta el punto de que ser padre puede dejarse sin efecto y puede ser castigado a no tener relación con tu hijo – sin que ningún mal le hayas causado – como quien deja a un chico sin recreo por no haber hecho los deberes.

Esta reforma, si los que la llevan a cabo no se dejan amedrentar por la corrección política, erradicará las denuncias falsas de muchas mujeres que se inventan haber sido maltratadas por sus ex maridos para vengarse de ellos, por haberlas dejado, privándoles de ver a sus hijos, lo que sin duda es una forma de violencia y una de las más abyectas que se puedan concebir. Separar a un hijo de su padre es un crimen que se ha practicado de una forma generalizada en los últimos años en España; un crimen que se ha perpetrado con la complicidad de los jueces que, por ideología o por miedo, han sido sumamente injustos e inusualmente crueles. No son inocentes. Son culpables y yo les acuso. Les acuso de haber prevaricado, en tanto que ellos son los primeros que sabían que sus fallos se ajustaban mucho más a su sesgo ideológico que al espíritu de la ley; les acuso de haberse creído cualquier denuncia de una mujer y de haber tratado al hombre afectado como a un terrorista sin tener, en muchas ocasiones, ni el menor indicio razonable de su culpabilidad. Les acuso de determinismo: de haber juzgado a los hombres por lo que son y no por lo que hacen. Les acuso en nombre de todos los padres que no pueden ver a sus hijos y de todos los hijos que no pueden ver a sus padres por culpa de vergonzosos fallos judiciales que no son más que facturas atrasadas que el feminismo nos pasa a los hombres por su resentimiento antifálico.

Espero que los miles de padres que han sido perjudicados, violentados, humillados y destrozados por jueces que, del modo más atroz, les han separado desde sus hijos, se querellen contra tan funestos personajes, y les persigan hasta que su maldad sea puesta en evidencia y condenada, y se cree un precedente legal incontestable que garantice que éste es un país donde los hombres no son culpables por definición y en que es sagrado e inalienable el vínculo entre un hijo y su padre.

Fuente: El Mundo

 

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