«Ejercer la abogacía es más difícil que ser astronauta»

Una entrevista de María José Carchano. Publicada en la Revista de Valencia de Las Provincias el 3 de diciembre.

¿QUIÉN ES JOSÉ DOMINGO MONFORTE?

Su vida es la búsqueda constante de la motivación. «Sin ilusión no hay esperanza», afirma. Encuentra esa chispa en el Derecho, pese que llegó a la carrera sin una vocación clara, nunca tuvo padrino y el trabajo le absorbe todo el tiempo libre. La familia apuntala su mentalidad positiva: «Marca mi estabilidad emocional»

Bajo la chaqueta perfectamente cortada asoma una camisa de inmaculado blanco con sus iniciales bordadas, con esa elegancia que no va asociada solamente a los años de ejercer una profesión de traje y corbata, sino que tiene que ver con una apostura innata. José Domingo se convirtió en abogado casi por casualidad y por el camino se ha convertido en uno de los letrados más reputados de Valencia, sobre todo por sus compañeros de profesión. Parece nervioso ante la grabadora, pese a que acostumbra a hablar en público, quizás por ese afán de perfección que le ha llevado a lo más alto.

– Le he oído en el vídeo corporativo colgado en la web del despacho que le fue bien en sus inicios porque tenía ilusión. ¿Es un concepto sin el que no se puede tener éxito?

Por supuesto. Sin ilusión no hay esperanza. Y ha de ser el motor cuando un proyecto te llena y estás convencido de él.

-Le llena tanto que habla de la abogacía como un arte. 

Creo que no es pretencioso decir que es un arte. En Valencia hay muy buenos abogados que ejercen con dedicación el Derecho. Es un trabajo intelectual en el que no puedes parar, en el que nunca puedes decir que lo sabes todo. Se trata de una profesión viva en la que te examinas todos los días.

-¿Cómo se traduce a nivel práctico?

El problema es que tiene un peaje emocional. Mi familia ha convivido con el Derecho y lo respeta, pero el inconveniente de estas profesiones es que absorben mentalmente, que cuando estás frente a la televisión no la ves. No puedes decir: «Apago el disco y lo vuelvo a conectar el lunes». Es algo incontrolable, así que no resulta nada fácil la desconexión.

-¿Se la piden?

Sí claro. Hasta la pequeña de mis hijos. Lo que pasa es que de alguna manera se han acostumbrado, pero a la vez hay que buscar tiempo para todo, porque la familia me llena muchísimo. Es parte de mi impulso, marca mi estabilidad emocional.

-En su caso no había antecedentes familiares.

La verdad es que empecé desde lo más bajo, en el turno de oficio, sin clientes. Hubiese agradecido un padrino para que me diera consejos, sobre todo en la importancia del valor de la ética, porque eso te da responsabilidad y libertad.

-¿Las aplica en su vida diaria?¿En la educación de sus hijos?

Yo creo que la mejor educación que puedes dar a tus hijos es el cariño y el amor que, aunque seas exigente, noten que les quieres. Yo se lo digo muchas veces, tanto a mi mujer como a mis hijos porque además tengo claro que me he casado para siempre. Sentimos mucha vergüenza de hablar del amor y creo que lo cursi es precisamente no referirse a ello.

-Cambia mucho la educación actual con lo que vivió en el internado?

Estar interno desde los seis años me quedó como una vivencia importante, porque a esa edad no es fácil manejarte ahí. Conforme fui creciendo ya me encontré mejor pero piensa que yo sólo veía la televisión cuando jugaba la selección española de fútbol y en los combates de boxeo de Urtain. Mirado con perspectiva, me enseñó muchas cosas. Creo que saber resistir, mi resiliencia hacia los problemas, viene de aquella etapa. Luego salí excedente de cupo cuando tenía que hacer el servicio militar, así que creo que la vida me compensó (ríe). Y yo sentía, aunque estuviera internado, que tenía el amor incondicional de mis padres. Mi madre me llamaba todos los días. Y formé lazos con amigos que todavía conservo.

– ¿Comía bien?

Comía fatal, tenía toda clase de trucos para hacer desaparecer la comida del plato, algunos tan ingenuos como meterla en el bolsillo y luego aquello apestaba…Creo que resistí al internado con leche, Cola cao y galletas. Tardé muchos años en volver a comer pescado.

-¿Salió teniendo claras las ideas?

Me metí en Derecho sin una vocación definida. En realidad me llegó al empezar a ejercer. Primero quería ser periodista como mi hermana, pero mi madre me dijo: «Si te conviertes en abogado también puedes escribir». Siempre digo que la carrera de Derecho no es tan dura como ejercer, que para mi, es más difícil que ser astronauta. Estoy convencido.

-¿A quien elegiría como referente?

Sin duda es un ejemplo vital el Papa Francisco, por su humildad, su rebeldía, por cómo lucha, por valiente, por libre. Sé que hay mucha gente para la que es un referente con independencia de la religión que practique. Y Trump sería todo lo contrario. Alguien que busca el enfrentamiento, el choque. No sé a quien le puede gustar la gente como él.

Ejercer la abogacía es más difícil que ser astronauta (1)

UNA ESPINA CLAVADA.

Buena cara al mal tiempo

Reconoce José Domingo tener espinas, claro, pero hace una lectura positiva de la experiencia y asegura haber aprendido de todas elles. «Que ese dolor que te producen sirva para mejorar en tu vida». Podría ser un excelente eslogan pero en realidad es su filosofía; para que existan laureles, para disfrutarlos con plenitud, también hemos de tener espinas clavadas».

 

 

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